Recetas Con Algo De Cuento

Viavélez, local de tapas y restaurante no es un sitio más para recalar de manera casual en Madrid. Para mi es el lugar perfecto para degustar tapas de calidad con creatividad y una tradición en la cocina que avala el chef español Paco Ron. Como cuenta en la web de su restaurante..." es Internacional, de producto, de mercado, de fusión, creativa … todo eso no dejan de ser apellidos que acompañan a un concepto principal: la COCINA; y de eso trata este Viavélez al que se asoman: cocina sin apellidos porque, al final, al menos para mí, da igual que la cocina sea de vanguardia con nuevas técnicas y nuevos productos, que sea una cocina tradicional puesta al día o que sea una cocina que busca parte de sus fundamentos en otras culturas, lo que realmente importa en cocina es alcanzar lo que define la Real Academia de la Lengua como “cualidad de sabroso”: la sabrosura. Y al final eso es lo que pretendemos en Viavélez, una cocina desnuda, sencilla, procurando alejarnos de lo que no sea esencial en el plato e intentando conseguir nitidez en los sabores para alcanzar esa sabrosura que es nuestro objetivo final"

Carta con vinos de calidad, muy bien escogidos que ofrece la oportunidad de  probar caldos nuevos, el servicio profesional y muy atento, la cocina rápida y creativa. Cuando quiero darme un capricho de calidad, Viavélez es mi elección.

Madrid se caracteriza por tener la mayor concentración de bares y cafeterías por metro cuadrado. Esto es una exageración obviamente pero si es cierto que en cualquier zona de Madrid es fácil encontrar sitios donde tomarse una tapa sin mayores complicaciones. Sin embargo encontrar locales de calidad y creatividad es mas difícil. En pleno barrio Salamanca, en la calle Hermosilla 46 encontramos  "Estay" un clásico no sola para la gente de la zona sino para los que acostumbran a ir de compras por sus calles.

Una buena selección de pinchos, carta de vinos, excelente servicio de camareros y la opción de reservar una parte de sus salas para celebraciones privadas, configuran una oferta que merece la pena recomendar siempre que se pueda.

Estamos casi en el ecuador de las Navidades: las fiestas continúan, los compromisos sociales, por supuesto las compras y las comidas... el año viejo viejo y nuevo tiene que marcharse y llegar respectivamente. En esos días más mundanos, sociales, ebrios de nuevos propósitos en los que estrenamos traje, pajaritas, tacones, acudimos raudos a fiestas, cenas o eventos divertidos que nos hagan soñar con un año mejor, siempre mejor que el año que abandonamos. Nadie hace oídos sordos a lo comercial y atractivo de esos dos días y por ello hoteles y restaurantes organizan cenas o cotillones donde se vive con esplendor lo nuevo y se deja partir sin pena lo viejo.

Este año el Hotel Rizt de Madrid ofrece por Nochevieja, un banquete, bueno no exactamente, un festín y no cualquiera sino una recreado en la película ‘El festín de Babette‘: Este filme narra la historia de la llegada, en 1871, a una remota aldea de pescadores de la costa francesa, de Babette. Ella llega desde París y corresponderá a la bondad y al calor que le brinda el pueblo con una opulenta cena compuesta por lo mejor de la gastronomía francesa. Inspirado en un cuento de Isak Dinesen (seudónimo de Karen Blixen), ganó el Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa y es uno de los referentes del cine gastronómico de altura.

El Ritz lo emula poniendo en los fogones a su chef Jorge González que da vida a un menú en el que se recrean platos como los blinis de Caviar Per Sé con nata agria y un toque de limón, los Blinis Demidoff(llamados así por el príncipe ruso que los popularizo). Tampoco faltará el consomé de tortuga de la película, reinterpretado con un consomé en gelée con langosta de las rías gallegas.

Seguido de un hojaldre: el ‘Sarcófago de codorniz con trufa negra‘. Y como no puede quedarse una cena sin pescado, qué mejor que la lubina sobre ensalada de endivias, queso azul y nueces.

Tras ese plato, el festín se toma un descanso a base de sorbete de Marc De Champagne rosado. Y es que después espera un Tournedó Rossini con salsa Périgord, una selección de quesos y una Baba au Rhum con salsa inglesa y frutos rojos. Todo ello maridado con Veuve Clicquot Ponsardin Millesimé y vinos españoles de Jerez, Toro y Navarra.El precio por persona (cena y cotillón) es de 720 euros

Exceso, lujo, emulación, recreación, fantasía y sueño, delirio y aventura son sin dudas palabras que aplican a esta propuesta tan lejos del alcance de muchos y tan cerca de los sueños imposibles de otros.

Uno de los hoteles mas bonitos que he visitado es sin duda el hotel Alfonso XIII de Sevilla. Situado en pleno centro, destaca como una postal en tono sepia del siglo pasado. Construído a instancias del rey Alfonso XIII para los invitados a la Exposición Iberoamericana de 1929, el hotel lleva más de 85 años siendo el alojamiento favorito de miembros de la realeza y de los huéspedes seducidos por su aura histórica y su encanto, es fácil sucumbir ante tanta magnificencia y estilo. Arquitectonicamente es de estilo neomudéjar, inspirado por ello en la arquitectura árabe, conformando por tanto un edificio claramente historicista, aunque con un toque regionalista andaluz. Fue diseñado en el primer cuarto del siglo XX, por lo que arquitectónicamente se integra en la estética global del resto de edificios planificados para la Exposición Iberoamericana de 1929. En conjunto, fachada y demás, se observa una importante riqueza de elementos decorativos y detalles, conseguidos con materiales que bien podrían considerarse como pobres o sencillos, puesto que en su mayoría son ladrillo, yeso, madera y cerámica.

En su interior, se destaca la opulencia y categoría, arcos y columnas, todo decorado con lámparas colgadas de elaborados artesonados, así como con finas alfombras de la Real Fábrica de Tapices.

También merecen mención los azulejos que decoran paredes, techos y todo tipo de estructuras. Las habitaciones fueron diseñadas para alojar a reyes, presidentes, personalidades y otros invitados de la Exposición Iberoamericana de 1929, por lo que la amplitud es norma general. Los suelos son de mármol y madera. Nada es de mal gusto ni desentona e invita al cliente o visitante a buscar acomodo en algunos de sus rincones para contemplar la bella estampa de azulejos, retratos de Alfonso XIII y arcos mientras el tiempo pasa...

Uno de los servicios que ofrece el Hotel es el Restaurante San Fernando situado en el patio acristalado del hotel. Desde su sala con vistas al patio y con esa luz que llega a raudales, uno siente que si, que Sevilla tiene un color especial.

Ofrece una carta completa pero no extensa de los platos típicos andaluces como fritura, salmorejo, jamón, pescados en salmuera...pero con un toque refinado siempre. Atención excelente, y calidad de las materias primas sin duda. No decepciona, ofrece lo que promete: una experiencia gastronómica en un marco del pasado que aguanta bien el paso de los años.

Mis opciones fueron un excelente foie con reducción de Pedro Ximenez y una lasagna de rabo de toro con puré de zanahorias que me gusto tanto que no deje nada en el plato, por cierto se ha convertido en el mejor rabo de toro que he probado hasta la fecha. El solomillo correcto. Los postres quizás algo escasos en variedad, de hecho la sopa de arroz con leche que pedí, no la incluyo porque no me llamo la atención. Mejorar los postres es mi única critica al restaurante, en lo demás intachable.

Una manera de recuperar antiguos espacios como mercados, es convertirlos en sitios diseñados para el tapeo. Tras la estela dejada por el mercado San Miguel y de San Anton, llega este otoño el antiguo mercado de San Ildefonso.

Situdo en la cosmopolita calle Fuencarral, se alza este mercado decorado con un estilo singular: con adoquines que recuerdan a los de las vía peatonales en sus suelos y absolutamente abierto al exterior a través de grandes ventanales abatibles, pero -como el mercado histórico al que debe su nombre- con un techo que cubre todo.

Los Bolcheviques lo renombraron Palacio del Trabajo y lo entregaron a lossindicatos, los cuales destruyeron muchas partes con el objetivo de adecuar el palacio a ser la sede central de sus dependencias. Desde 2004, los sindicados han alquilado una gran parte del palacio a empresas comerciales y oficinas.

Y en dicho palacio he disfrutado de la típica sopa de remolacha rusa, que se toma mezclada con nata agria, y que resulta sabrosa y digestiva.

De segundo  tomamos croquetas caseras rusas, hechas con carne de res y cerdo, cebollas, pan blanco y pimienta. Un poco más gorditas que las nuestras pero muy ricas también. Lo mejor fue sin duda el ambiente palaciego, la música tradicional rusa y respirar el aire de otras épocas que no volverán.

Estar de vacaciones, viajar y descubrir nuevos sitios para comer es un placer al que todos nos rendimos. Ha sido en la provincia de Cadiz, concretamente en Vejer de la Frontera donde he descubierto un rincón agradable de visitar. Vejer esta asentada sobre un cerro (a 190 m. sobre el nivel del mar),ofrece vistas al campo gaditano de una gran belleza y serenidad. Fue declarado Conjunto Histórico Artístico en 1976, además de ser galardonado en 1.978 con el I Premio Nacional de Embellecimiento de Pueblos y recibir la distinción de zona de Gran Afluencia Turística en 1996-2000 / 2000-2004.

En una parte de ese cerro se encuentra ubicado el restaurante Terramar, que ofrece unas singulares vistas ademas de una atractiva carta. La terraza tranquila nos sirve en panorámica no solo las maravillosas estampas del campo sino también ricos platos de carne y pescado muy bien preparados. El local me encanto con su decoración limpia con guiños al azul del mar. Sin duda un lugar para volver, por su cocina, sus vistas y su encanto.

Disfruté mucho cenando en la terraza con mis amigos tertulianos a los cuales les gusto tanto como a mi. La conversación, el tono de las voces, el ritmo de la cena, nuestras propias confesiones entre amigos estaban acariciadas sin duda por el encanto de este restaurante. Una buena manera de recibir la entrada del verano y de brindar por las vacaciones estivales.

Si te apetece viajar no tienes que ir hasta Samarkanda pero si puedes comer en el restaurante así llamado que esta en la estación de Atocha de Madrid.. Es uno de esos restaurantes clásicos que pasado el boom de cuando se puso de moda, aguanta el paso del tiempo gracias a una buena localización, servicios y carta. A  diario se siguen mezclando los pasajeros sin prisas con los ejecutivos que van y vienen. Ambiente de "viaje" se respira sin duda. Os dejo con algunos platos que no estaban nada mal.