Recetas Con Algo De Cuento

La tradicional y la de pulpo estaban exquisitas...., me he quedado con ganas de probar el resto. Así que después de este verano caluroso, volveré a la calle Rafael Calvo 20, (Madrid) para seguir probando esas tortillas que le han dado tan merecida fama. Visita recomendadísima  para amantes de la tortilla española.

Dicen de este café que es el único cafe romántico que queda en España. Restaurado en 2012, ofrece actualmente en la ciudad de Cádiz, su doble servicio como cafe y restaurante. La visita ofrece la experiencia de viajar al pasado sin duda. Una estudiada decoración barroca y romántica a juego con la decoración y artesonado, logran dar coherencia histórica a este cafe que sorprende a curiosos y turistas.

Ya en la postguerra de los años cuarenta, se convierte en almacén y poco después en bazar, comenzando su decadencia y quedando en el olvido durante las siguientes siete décadas. En el año 2008, la familia de la Serna Martín compra el establecimiento y deciden restaurarlo. Después de una meticulosa investigación, reúne a un grupo de artistas y restauradores, que emplean las mismas técnicas y materiales que se usaban a principios del siglo XX. Llevan a cabo un largo proceso de restauración, siendo siempre fieles a la Historia y cuidando hasta el último detalle la decoración original de 1912.

Su restaurante es clásico, una carta coherente con la tradición pesquera de la bahía, muy controlada y  de mercado, apostando por valores seguros como el atún y el lenguado. Con un buen servicio y menos comensales en el restaurante de lo que deberá tener, el café Royalty se configura como una visita obligada para los que visitan Cadiz y para los que viven en el, pues es historia y patrimonio de Cádiz.

Cuatro gatos o 4 Cats es un restaurante lleno de historia, arte y literatura  de Barcelona. Su historia comienza en París a finales del siglo XIX. Pere Romeu trabajaba como animador y camarero en el cabaret Le Chat Noir. Seducido por ese ambiente, decidió crear en Barcelona un restaurante parecido. Tenía que ser como una taberna: comida barata y música de piano. Lo apoyaron económicamente algunos amigos, entre otros, Ramon Casas y Santiago Rusiñol, insignes pintores catalanes.

Els Quatre Gats fue inaugurado el 12 de junio de 1897 en la calle Montsió, en un local situado en un edificio proyectado por el arquitecto Puig i Cadafalch. Llamaba la atención porque era insólito, se podían ver detalles refinados y artísticos combinados con objetos característicos de un hostal tradicional. Era algo más que un «remedo del chat noir» como dijo Rubén Darío, uno de los primeros ilustres visitantes, sino no se habría convertido en un lugar legendario. Todos los que pasaban por Barcelona visitaban el local, sería interminable la larga lista de asiduos. Esperaban algo diferente a una buena comida. Como decía Rusiñol, lo que era esencial era «el alimento del espíritu». Esto pretendía también Pere Romeu, que se sentaba con sus clientes y presidía tertulias en las que «se arreglaba el mundo». También se hacían espectáculos de sombras chinas y de marionetas y para anunciarlos Ramon Casas pintaba carteles siguiendo la moda de la época. 

El año 1899, con 17 años, Picasso comenzó a frecuentar el local y realizó su primera exposición en la sala grande. También hizo el cartel que se utilizó como portada del menú de la casa.

Por el local también pasaron músicos como Isaac Albéniz y sus amigos Enric Granados y Lluís Millet, arquitectos como Gaudí y dibujantes como Ricard Opisso. Un restaurante íntimamente ligado a las artes. Su historia continua como nos cuenta su web:Tuvieron que pasar muchos años para que Els Quatre Gats saliera de su letargo y comenzara de nuevo su camino.

En 1903 cierra el restaurante por motivos económicos. A finales de la década de los 70, tres empresarios del ramo de la gastronomía, Pere Moto, Ricard Alsina y Ana Verdaguer, se asociaron para volver a abrir sus puertas, con nuevas propuestas para el ambiente cultural barcelonés.A partir del año 1989 el empresario Josep Mª Ferré, con renovado entusiasmo, comenzó a dirigir el restaurante y la «Casa Martí», donde está ubicado, fue restaurada el año 1991. Con los años ha conseguido convertirse en un restaurante clásico y de referencia en Barcelona, pues su calidad y buen servicio dan prueba de ello.
Cada vez que voy siento que retrocedo en el tiempo quizás sea la decoración,  el ambiente, y la sensación de que por sus mesas han pasado muchos personajes de la historia. Servicio impecable, carta con buen producto, no demasiado amplia pero suficiente para encontrar un plato que se ajuste a nuestros gustos, quizás eché en falta algún plato más típico de la cocina catalana. No ofrece grandes sorpresas pero no defrauda. El emplatado es magnifico así como la cocina. Mi bacalao estaba sencillamente perfecto. La bodega cuidada, ofreciendo por supuesto caldos de la zona. Es uno de esos restaurantes donde el tiempo parece haberse detenido y nosotros con él.

Soy de esas personas que cuando algo me gusta, intento no abusar de ello..., no vaya a ser que uno acabe hastiado o harto por el uso o disfrute de la "cosa" en cuestión. Esto lo aplico todavía más en cuanto a restaurantes se refiere. Son muchas las tentaciones que me vienen de ir siempre al mismo sitio cuando este me gusta verdaderamente. Intento que medie una distancia temporal racional desde mi última visita, con el objeto de permitir que la carta del restaurante evolucione, madure, se asiente, al tiempo que mi memoria congela las sensaciones gustativas experimentadas y las traslada al campo de la memoria más complaciente.

Después de un año sin volver, he comido de nuevo en el restaurante La Gabinoteca de Madrid. He vuelto a disfrutar con sus platos o platillos, no muy abundantes pero originales y muy sabrosos. Me parece la opción perfecta cuando se desea comer con una imaginación controlada unida a la seguridad de que detrás hay oficio y calidad. En esta visita he vuelto a probar sus estupendas alcachofas. Como novedad el atún que pedimos cortado en finas lonchas marinado en soja y una carrillera exquisita con salsa de chocolate.  De postre tomé una tarta hecha con cerveza, de la cual te regalan la receta con la factura final, original desde luego. No pongo foto pues pretendo hacerla en breve... Como siempre estaba completo, no solo con los vecinos del barrio sino de muchos fieles a este restaurante. Lo único que echo en falta es algo más de iluminación aunque ahora en verano han puesto una magnifica terraza decorada con plantas que la hacen muy agradable. Volveré como siempre.

Un lugar emblemático y lleno de historia, que ha sido testigo de la evolución industrial de Barcelona desde su construcción en 1889. En sus inicios albergó un café teatro, una fábrica de tintes, un multiconcesionario de coches antes de la Guerra Civil…hasta convertirse finalmente en un garaje.

El espacio adecuado para acercarse a descansar después de un largo día turístico o a disfrutar de una copa tras el trabajo. Un ambiente cosmopolita define su ambiente. Definitivamente una parada obligatoria si se visita Barcelona.

 

Un restaurante de referencia en la bahía de Cádiz es el Ventorrillo del Chato. Un restaurante con historia e historias: 

"El Ventorrillo "El Chato" fue construido en 1780, para alivio de caminantes, en el espigón polvoriento que unía Cádiz con la Isla de San Fernando.

Es la historia inconcreta, mezcla de datos y suposiciones, envuelta en una duda emocionante que nos hace buscar, en la cal de las paredes del sótano, las voces y las figuras de los que allí estuvieron cuando las tropas francesas, en 1812, sitiaban la ciudad y se instaló en la venta una batería de cañones para hostilizar el enemigo que disparaba desde el Trocadero.

Se dice que la venta fue fundada por autorización de Conde O´Reilly, por Chano García, a quien apodaban "El Chato" por causa de su gran nariz. Y cuentan también que en 1823, cuando las Cortes del Reino apresaron a Fernando VII en un encierro tan benigno que le permitía ir de aquí para allá a divertirse donde quisiera, el rey solía visitar el ventorro acompañado de un personaje llamado “Fray Manzanilla”. El “Fray” le venía de su apariencia de fraile, con el pelo cortado en redondo alrededor de la cabeza y una calva a modo de coronilla. Lo de “manzanilla”, claro está, por su afición a este vino. “Fray Manzanilla” se encargaba de buscar entre las mozas que bailaban en la venta las idóneas para divertir a El Deseado, a quien agradaba extraordinariamente el contoneo de las bailarinas gaditanas.

Actualmente El Ventorrillo del Chato es parte del grupo del Faro. La unión entre El Faro y El Ventorrillo es obvia, dado que al frente de este irrepetible restaurante está José Manuel Córdoba Serrano, hijo del fundador del primero de los citados restaurantes, Gonzalo Córdoba. Ello le dota de profesionalidad, tradición y saber hacer en los fogones....una carta que siempre fiel al producto y a la cocina local consigue sorprender o a mi por lo menos.

 Me gusta el local que recuerda a una antigua posada y en la que ha sabido mantener el ambiente de otra época pasada y al mismo tiempo muy familiar. En sala tienen suficiente personal para atender mesas y comensales, se mueven con rapidez y reflejos, no en vano este personal a veces presta sus servicios en el catering del Faro.

La carta es lo suficientemente variada para que no se eche nada de menos...y cada día se ofrecen novedades según sea la temporada.

El Ventorrillo es una elección segura y sin sorpresas que no decepciona el paladar ni el bolsillo.

Llevaba tiempo oyendo hablar de "La Curiosidad de Mauro Barreiro" como un restaurante de referencia en Cádiz.

En la curiosidad de Mauro, situado en Puerto Real (Cádiz), uno da rienda suelta a la curiosidad a la hora de pedir... No faltan las opciones de menú degustación por supuesto pero su carta ordinaria es igualmente atractiva o quizás más.

¿Qué puede  encontrar el comensal en este mundo particular del chef?. Yo diría que producto, tradición y creatividad. Los tres se dan la mano, se integran con naturalidad y dan lugar a platos que funcionan visual, y gastronomicamente hablando. No hay errores de sabores ni de maridajes ni de texturas. Hay concepto y creación detrás. Mientras uno degusta en la sala,  se puede contemplar la cocina acristalada con un orden pulcro e incesante de idas y venidas de platos en el que sobresale Mauro, de negro, armando y componiendo sus creaciones. Quedé muy satisfecha del servicio, constante, atento y con buen ritmo. La decoración sin grandes ambiciones funciona bien y se integra con su filosofía de cocina. La carta es lo suficientemente variada para que uno necesite volver varias veces más para satisfacer la curiosidad propia. Sin duda este restaurante ha sido uno de mis mejores descubrimientos.