
Le Pain Quotidien elige locales grandes y en el centro siempre colocan una mesa larga de comedor con asientos corridos donde uno puede sentarse a merendar tranquilamente o a tomar algo al lado de un desconocido. Pero por supuesto también hay mesas para cuatro y para dos que proporcionan más intimidad. Es uno de los sitios a los que siempre voy en Madrid. El jueves pasado después de un día muy complicado y con el ánimo bajo decidí curarme con arte y gastronomía. Primero vi la muestra de Picasso en la Fundación Mafre y después me pedí un té acompañado de una galleta de chocolate en este espacio. Esta combinación funciona sin duda pues salí con el animo más alto.
No dejéis de pasaros alguna vez, merece la pena.
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